En el artículo anterior, comentamos que, en la Rioja, los viñateros están empeñados en mostrar todo el potencial que detentan sus “terroirs”. Esto quiere decir, que toda la calidad final debe nacer y generarse en el viñedo. Si cuentas con una uva sana, tendrás un vino impecable. Debido a ciertas particularidades de posesión de las tierras en esta región, todo está extremadamente parcelado. Podríamos llamarla la “Borgoña española”, sin temor a equivocarnos. Las variaciones entre viñedos aledaños son muy palpables, sobre todo cuando contienen vides con el mismo tipo de uva. Peculiaridad que se percibe en cada sorbo de vino. Debido a este intenso fraccionamiento, muchas bodegas tienen que recurrir a viticultores externos para abastecerse de uvas. No todas cuentan con viñedos propios, que les sean suficientes para suplir enteramente sus mercados. Esta diversidad propició un esmerado estudio de microclimas, de suelos y de la apropiada adaptabilidad de las uvas a estos factores. Adicionalmente, y por lo general, los “blends” o ensamblajes de uvas, son parte del ADN del vino riojano. Esto nace de la intención de lograr un correcto equilibrio del vino, y también, la de obtener una calidad más homogénea; y así mismo, y no con menos propósito, la de darle al vino una distinguible identidad.
De las tres zonas de la Rioja, destacan la Rioja Alta y la Rioja Alavesa por la calidad de sus vinos, y de estas dos, la Rioja Alta es la que más claramente sobresale. Los viñedos que aportan excelentes uvas están ubicados a partir de los 450 m.s.n.m. Tanto la Alta como la Alavesa están emplazadas en un altiplano que de promedio tiene entre 400 y 500 m.s.n.m. Hay algunas zonas privilegiadas de la Rioja Alta que están entre los 600 y los 700 m.s.n.m. La altitud y el clima atlántico ejercen una influencia positiva en las variables de temperatura promedio, luminosidad y pluviosidad anual. El resultado son noches frías, veranos templados y, primaveras y otoños bastante prolongados. Los tipos de suelos varían en pocos metros, tal como lo mencionamos en un inicio. Sin embargo, los suelos de arcilla, calcáreos, hierro, limo son más frecuentes en la Rioja Alta. La Alavesa presenta suelos pedregosos y levemente alcalinos. Estas variables determinarán qué tipo de uva se utilizará y en qué porcentajes y, por consiguiente, el carácter que el vino mostrará. Así, los vinos de la R. Alta serán más finos, profundos, firmes y de una acidez que les regalará un óptimo y memorable envejecimiento en botella. En cambio, la zona Alavesa, tiene temperaturas promedio mayores, que producen vinos con mayor intensidad aromática, volumen alcohólico (calidez) superior y menor contenido de acidez (sumado al suelo alcalino), que deriva en un reducido potencial de guarda o de envejecimiento.
La mezcla o “blend” más común en la Rioja Alta que se da en los tintos es: Tempranillo (60 – 80%), Garnacha (20 – 25%) y Graciano/Mazuelo (15 – 20%).
En la Rioja Alavesa se puede alcanzar hasta un 90% de Tempranillo, el resto es Garnacha, Mazuelo, Graciano y Maturana.
En blancos es frecuente encontrar 100% Viura, 100% Tempranillo blanco, “blends” de ambos o, con un porcentaje de Malvasía o Sauvignon Blanc.
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Roberto Viacava Duffy, Sommelier y Consultor en Vinos y Bebidas Espirituosas. Colaborador de La Canastería.