Es normalmente el verano una época de comidas ligeras y frescas, con muy poca grasa (salvo que sea una parrilla), de calorías suficientes y necesarias que ayuden a disminuir el letargo que producen las altas temperaturas.
Comidas grasas, calientes y contundentes, carnes rojas, cederán espacio a vegetales o verduras, algunas legumbres, pollo, pescado, pavo y uno que otro corte magro de chancho. Ensaladas frescas, pescados fritos o en cebiche, tiraditos, gazpachos, pastas ligeras, carnes blancas a la plancha y frutas serán parte de nuestra dieta veraniega.
Es importante contar con opciones de vinos que sean flexibles y originales al momento de combinar estas comidas saludables, sea que estemos saboreando unas simples galletas de soda con atún en la orilla del mar, o paladeando un pollo grillado con ensalada en una terraza.
Durante el día, los vinos blancos, espumantes y rosados serán fundamentales; para la noche, algún tinto que remonte correctamente una contundente parrilla o los usuales entremeses nocturnos. Esta vez, seremos un poco más arriesgados y optaremos por salirnos de la “zona de comfort”, lo que significa apartarnos de los habituales vinos de Sauvignon Blanc y de Chardonnay, por dar un ejemplo. En el mercado hay muchas opciones interesantes que andan un tanto escondidas o que, en todo caso, son parcialmente desconocidas. Podemos encontrarlas como vinos varietales (o monovarietales) o en corte. Inmediatamente pasamos a sugerirles algunas uvas cuyos vinos de seguro los impresionarán gratamente:
- Viognier: Una uva que une las características de la Sauvignon Blanc y de la Chardonnay, y que además aporta identidad propia. Frutas y flores muy aromáticas sostenidas por una acidez pausada. Casi olvidada y casi extinta, pudo soportar el embate de sus pares más famosas, y consiguió salir de su Condrieu natal, en la parte superior del valle del Ródano, para conquistar los paladares de todo el mundo. Beberlo luego de un año a partir de la vendimia es lo óptimo. De Argentina nos llegan excelentes muestras, hasta uno levemente dulce (una curiosidad). Australia y California poseen esmerados ejemplos y qué decir de Condrieu, si es que tenemos la fortuna de encontrar uno por estos lares.
- Airén: la uva blanca por excelencia de la región de La Mancha en España. En décadas pasadas nunca se pudo obtener un vino que fuese más que aceptable. Pero la reciente inversión en tecnología y en buenos métodos de cultivo, rendimiento y crianza, han convertido a esta vid en una historia de éxito. Busquen los vinos de productores destacadas de la región. Cítricos y especias y una baja acidez lo hacen compañero fiel de carnes blancas con suave sazón. Beberlo joven, dentro del año preferiblemente. Algunos ejemplares han pasado por barricas, lo que les permite ampliar su rango de consumo óptimo.
- Torrontés: Podemos afirmar con atrevimiento, que es una “especialidad” argentina. Los mejores vinos de esta uva provienen de la variedad riojana (La Rioja). San Juan y Mendoza poseen sus propias variedades, pero, no son tan acicaladas como la riojana. Y si es del valle de Cafayate, en Salta aún mejor. Bien trabajada, esta uva es una bomba aromática: floral, cítrica, especiada y con una excelente untuosidad. Sin acidez, se pierde. Por eso debemos buscar vinos de zonas altas y levemente frías. Se toma muy joven.
- Riesling: De Alemania o de Alsacia (Francia); es el mejor compañero para momentos de sol y totalmente distendidos. La Riesling posee muy variados aromas y todos dependen del terroir de procedencia. A ella la marca especialmente el tipo de suelo donde se cultiva. Es heredera de una acidez muy particular y clave para soportar un envejecimiento prolongado. Un complejo vino blanco que rara vez defrauda y que siempre encanta. De Australia llegan también sabrosos vinos de esta uva. Y poco menos de Chile.
- Sémillon, Gewürztraminer y Moscatel/Muscat en forma de varietal o en Blend, son inmejorables opciones que siempre debemos tener en mente. Todas ellas siempre en versión de vino seco.
¡A buscar y a disfrutar de estas originales sugerencias!